Juan Carlos Blanco
Me encanta este vídeo de María Popova. Se trata de una chica búlgara que se fue a Estados Unidos a estudiar en la Universidad y que, como cuenta en el vídeo, trabajó hasta en cuatro sitios a la vez para costearse la carrera. Uno de esos empleos era una agencia creativa de Filadelfia en la que coincidió con otros siete trabajadores. Un día, decidió enviarles un correo cada viernes en el que incluía tres piezas de conocimiento. Un tiempo después, ese mail para siete amigos se ha convertido en un blog con siete millones de seguidores.
María no comparte información, distribuye conocimiento… y sabiduría. Suena pomposo, pero es exactamente eso. Ella ha entendido que en un mundo interconectado hasta la saturación, la única manera de aportar valor añadido es mediante la distribución de contenido de alta calidad, un contenido que rastrea con determinación, disciplina y criterio en la red hasta encontrar las piezas que desea compartir con su comunidad.
Se trataría, pues, de una ‘curadora’ de contenidos de gama alta, una chef de tres estrellas Michelin que cocina y digiere los mejores alimentos recogidos en la huerta de internet para que el menú informativo de sus seguidores se aleje del fast food de las historias de consumo rápido que colonizan casi todos los portales del planeta mediático.
Una precisión más que comparto: abomina del término «contenidos». Rechaza una industria que considera que cualquier ‘contenido’ puede ser una pieza informativa y que todo debe ser sacrificado en el altar de la viralidad instantánea, ése en el que triunfan medios como Buzzfeed o Vice con piezas propias de adolescentes que no han pasado de los vídeos de El Rubius.
Hacer periodismo es un oficio. Y generar contenido es otro. Respetable, pero con muy pocos puntos en común con el periodismo entendido en su acepción más ajustada, es decir, con aquél que aporta información de relevancia para la comunidad a la que presta sus servicios.
Popova, en realidad, no hace más que regresar al origen y principios del periodismo, situando al trabajo riguroso, honesto (y también entretenido y ameno: el periodismo no tiene que ser aburrido, más bien al revés) en el centro de su estrategia, y aprovechándose de las nuevas herramientas que están al alcance de cualquier periodista, herramientas que nos permiten a todos dos cosas:
1. Hacer mejor periodismo, sin dedicar todos los esfuerzos a llorar por la crisis que sufrimos.
Y 2. Acercarlo a donde están los lectores, sin importarle si es a a través de un blog, una newsletters, un portal informativo o a través de los canales sociales (facebook, twitter…) donde los ciudadanos/lectores/seguidores pasan la mayor parte de su tiempo.
En resumen, periodismo, información y ansia por el conocimiento para hacerse hueco entre tanto ruido.