¿Y si The Times tiene razón al apearse de la guerra de las actualizaciones?

Juan Carlos Blanco

Hace años tuve un director de periódico que decía siempre que no le importaba no ser el primero en dar una noticia, sino que lo que le importaba de verdad era ser el mejor en darla. Lo decía con convicción, pero tenía un problema: se olvidaba de su teoría cada vez que se producía una última hora (unas veinte o treinta veces diarias) o que la competencia sacaba algún tema que nosotros no habíamos ni olido.

En esos casos, sacaba al periodista de raza que era y sufría esos ataques de adrenalina que sólo conocen quienes han vivido la redacción de un periódico y se han levantado en medio de la noche pensando que se te había escapado una errata o que tu rival podía mojarte la oreja en la edición del día siguiente.

Había que darlo todo y cuanto antes. Y lo demás pasaba a noveno o décimo plano.

Todo eso se acabó, pero lo que queda, lo que aún perdura, es esa obsesión casi genética de los periodistas por seguir siendo los Usain Bolt de las noticias de última hora.

Todos queremos sacar alguna exclusiva, un último detalle, algo fresco que podamos contar en twitter. Y nos da igual si trabajamos para un anuario, como freelance, en una radio o en un boletín semanal sobre los avatares de la pesca del salmón en las aguas de Noruega.

En todos los casos, nos puede la ansiedad y el impulso frenético por ser el primero de entre los primeros, por ser el primus inter pares de la tribu.

Ahora, hay un viejo elefante de la prensa que ha decidido apearse de esta guerra que se antoja de otra época.

Ahora, The Times anuncia que abandona esa carrera y que se apea de la guerra de las actualizaciones: refrescará su web apenas tres veces al día y sólo se saldrá de la norma cuando haya una noticia cuya importancia requiera de su publicación fuera de los horarios marcados.

TT

La medida choca en esta era compulsiva donde lo queremos todo al instante en la pantalla de nuestros móviles: internet no tiene horarios y el flujo continuo de las noticias no va a desaparecer ni aunque resucite Gutenberg y las imprentas vivan un nuevo amanecer tan dorado como glorioso. Pero si se mira con atención, la decisión guarda una cierta coherencia. 

The Times no es un producto abierto a todos. Es un producto de pago para sus 152.000 suscriptores. Y es un producto que, por tanto, debe ofrecer algo más a esos clientes que invierten sus libras esterlinas, sus euros o sus dólares en leer la visión del mundo que les ofrece este rotativo.

Y ese ‘algo más’ consiste en: 1. Salirse del delirio informativo de querer convertir todos los periódicos en un carrusel deportivo sin paciencia ni perspectiva y 2. Ofrecerles un producto más reposado, más analítico, más jerarquizado y más enriquecido que sea capaz de competir en el hipermercado de las noticias en el que se ha convertido una industria que lo sacrifica todo en el altar de la viralidad y de los clicks enfebrecidos.

Para lograrlo, lo que hace The Times es decirles tanto a sus redactores como a sus lectores lo que me contaba ese director del periódico que tuve hace años: que lo importante no es ser el primero en dar una noticia, sino ser el mejor en darla. Y que ése es el camino para no seguir cayendo en la histeria mediática.

¿Acaso no se supone que estamos en el negocio de la calidad y no en el de la cantidad? ¿No se supone que vendemos periodismo y no impresiones de página al por mayor como si estuviéramos en una pescadería? Pues entonces, parecen decir desde The Times, ¿a qué estamos esperando para tener una estrategia que dedique sus recursos a la calidad antes que a la cantidad?

Si eso es lo que pretende, el anuncio de este periódico tendrá una lógica que respaldará la decisión. Si no, serán simples ganas de ordenar un torrente digital que, por definición, ni tiene orden ni lo va a tener, salvo que alguien sea capaz de cerrar internet a las siete de la tarde.

 

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1 comentario en “¿Y si The Times tiene razón al apearse de la guerra de las actualizaciones?”

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