Juan Carlos Blanco
Soy lo suficientemente mayor y futbolero como para acordarme de cuando en los ochenta se empezó a hablar de los ingresos atípicos que presumiblemente iban a acabar con las burbujas de deuda que sufría el mundo del fútbol.
Para eso sólo hacía falta que nos dejáramos de pamplinas y que asumiéramos todos que este deporte no es sólo un deporte, que es un espectáculo global y que no puede vivir de las entradas que pagan los aficionados, sino de las televisiones que pagan por las retransmisiones y de las camisetas que compramos los que contamos los años a partir del día que arranca cada curso el campeonato nacional de liga.
El del fútbol no es el único ejemplo. A las salas de cine les ha pasado algo parecido. A la música, también. Y cabe preguntarse si al periodismo no le estará pasando lo mismo.
Como hay un exceso de diagnóstico, no me voy a extender más. El modelo tradicional de los periódicos se desploma y la venta de publicidad en los medios se tambalea como soporte por la popularización de los bloqueadores de anuncios. En España, uno de cada cuatro usuarios esquiva los anuncios y casi siete de cada diez lo harán en cuanto se enteren de cómo funcionan los ad-blockers.

La publicidad como tal no se acaba, pero conviene replantearse si los medios pueden vivir sólo de ella o si los medios deben convertirse en empresas de servicios capaces de ofrecer un catálogo de productos más propios de una agencia de comunicación o de una empresa de marketing on line que de un periódico de los de toda la vida.
Que no se me escandalicen los inmaculados y los puros ni los que consideran que el periodismo es un sacerdocio y que los periodistas deberíamos vivir como ermitaños.
No hablo de prostituir la información sino de aprovechar el potencial de unas organizaciones que no sólo son capaces de vender anuncios, sino de explotar todo el perímetro de la comunicación.
¿Ejemplos? La venta de contenidos patrocinados, la generación de contenidos específicos para marcas, la organización de eventos, la explotación comercial de newsletters, la gestión de redes sociales de las marcas, etcétera, etcétera. Podría seguir, pero mejor pongo aquí un enlace con un artículo firmado por Miguel Carvajal para el blog de periodismo de la Universidad Miguel Hernández de Alicante en el que recoge 32 posibles vías de ingresos para los medios y así os hacéis una idea mucho más extensa.
Por resumir, de lo que os estoy hablando es de que antes de seguir abundando en lo apocalíptico que está todo en nuestra industria, podríamos dedicarle aunque sea un ratito a enterarnos de cuál podría ser el futuro spotify de los periódicos o a analizar cómo está consiguiendo Jeff Bezos que el Washington Post sea mucho más que un periódico o, para quedarnos más cerca, a estudiar cómo un grupo de periodistas encabezados por Ignacio Escolar ha logrado montar un medio de comunicación desde la nada, eldiario.es, que con sólo tres años y pico de vida es una referencia obligada de la prensa en español.
Agota escuchar que los periódicos tradicionales son unos dinosaurios alérgicos al cambio. Algunos lo son y otros, no. Y como nos pongamos a generalizar, caeremos en un error de magnitud 9,9 en la escala de Richter.
Prefiero observar cómo algunos medios se están adaptando a la realidad, explotando el perímetro del negocio y, por ejemplo, devanándose los sesos para encontrar alguna manera de ganar dinero en las nuevas plazas públicas de la información en la que se han convertido Facebook, Twitter, Google y el resto de grandes amas de llaves del nuevo periodismo.
Lo demás son ganas de vivir instalados en un bucle perpetuo. Y como que ya cansa, ¿no?
10 comentarios en “¿Deben convertirse los medios de comunicación en empresas de servicios?”
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