Juan Carlos Blanco
Un anuncio publicitario de un teléfono móvil a página completa en las portadas de los diarios El País y El Mundo ha suscitado el tradicional rasgado de vestiduras en el gremio en el que se han mezclado lamentos por la supuesta degradación editorial de estos dos periódicos con ataques directos a lo que, también supuestamente, es un ejemplo palpable de cómo la prensa se ha rendido al capital y es esclava servil de intereses ajenos a los sagrados principios del periodismo.
Me parece que estamos exagerando un poco. El derrumbe del modelo tradicional de la prensa ha metido a las grandes cabeceras del periodismo en una crisis que los ha debilitado y precarizado hasta convertirlos en presas más o menos fáciles para los depredadores que siguen interesados en influir en la opinión pública a través de estos medios de comunicación. Pero de ahí a ver conspiraciones y demostraciones de servilismo por todos los rincones va todo un mundo que no hay porqué admitir. Entre otras razones, porque las acusaciones en este caso tienen poco o ningún fundamento.
Mirad, puedo entender que no os guste ver un anuncio publicitario a página completa en un periódico, pero es que resulta que los periódicos siguen viviendo todavía la publicidad. Yo he sido director de un periódico, El Correo de Andalucía, y os puedo asegurar que ojalá hubiese tenido el dilema de tener que aprobar la inserción de un anuncio en toda la portada. Bueno, os lo digo ya, hubiese dicho que sí al anuncio y al dinero que llegase con él salvo que atentase contra principios y valores irrenunciables, que no es precisamente el caso de un teléfono móvil.
De verdad, podemos ponernos todo lo estupendos que queramos, pero no nos confundamos: el problema de los periódicos no es que tengan que poner publicidad en sus portadas; el problema es el contrario, el problema es que apenas tienen publicidad y, encima, sus ventas van bajando y bajando.
Pongo este ejemplo mismo de hoy. Estoy convencido, y si me equivoco me corregís, que la mayoría de los que os estáis llevando las manos a la cabeza por este presunto sacrilegio no os habéis escandalizado cuando habéis ido al quiosco y habéis comprado un ejemplar de alguno de estos periódicos. No, lo más seguro es que os haya entrado el soponcio cuando hayáis visto la imagen al abrir vuestra cuenta de Facebook o cuando estábais echándole un vistazo a las últimas noticias en Twitter. Lo de comprar periódicos para permitir que sigan subsistiendo mejor lo dejamos para otro día.
No quiero reconvenir a nadie, pero sí poner un poco de contexto para acotar este caudal de indignación y honores mancillados. Si yo estuviera otra vez en un periódico, me gustaría que mi medio hiciera todo lo posible por hacer sostenible el negocio y lo último que haría sería ponerme exquisito porque a alguien se le ocurre poner un anuncio a página completa en la portada.
A mí me puede no gustar esta acción publicitaria, pero también me aburren, me cansan y me irritan las cascadas de anuncios que aparecen de repente en mi móvil cuando abro determinadas páginas de las ediciones digitales de los medios o cuando abro mis cuentas en las redes sociales, pero no por eso me comporto como si fuera un caballero medieval al que han mancillado su honor y tampoco por eso afirmo alegremente que los periódicos se han vendido a los malvados que utilizan a los periódicos como brazos armados para engañar y corromper a los ciudadanos.
Por alguna razón que se me escapa, de un tiempo a esta parte, la profesión también se nos está llenando de salvadores del periodismo que se dedican a dar lecciones de ética y decencia a cientos de profesionales que suficiente tienen con intentar hacer bien su trabajo en medio de tantas dificultades. Vamos a respetar a los compañeros, que tampoco es tan difícil.
1 comentario en “¿Por qué no dejamos de rasgarnos las vestiduras con la publicidad de los periódicos?”
Pingback: La publicidad en los periódicos y el puritanismo de salón – El post blanco