Juan Carlos Blanco
Circula profusamente por las redes sociales un artículo de la edición en español del The New York Times titulado «La miseria del mejor oficio del mundo» en el que se describe con minuciosidad la precariedad en la que viven miles de periodistas en Hispanoamérica. El artículo, firmado por Roberto Herrscher, recalca algo que es objetivamente comprobable y asumido por todos: la crisis económica y la crisis de los modelos de negocio de los medios tradicionales propiciada por la socialización de internet han derrumbado el sistema de medios y deteriorado la situación de muchos compañeros de profesión.
La miseria del mejor oficio del mundo. Una opinión de @Rmherrscher https://t.co/GEqM7IQ0JS pic.twitter.com/2zesgPUBIf
— NYTimes en Español (@nytimesES) 15 de mayo de 2017
El texto es muy recomendable, pero, desde mi punto de vista, cae en el mismo error que otros tantos: se queda en el diagnóstico de la realidad, describiendo la situación lastimosa en la que viven miles y miles de periodistas, pero no hace hincapié en las soluciones y alternativas que ya se están aplicando desde distintos lugares de la industria.
De hecho, discrepo también del punto de partida de la cuestión: no se trata de que estemos viviendo una crisis del periodismo por el auge de internet, sino de que, tal vez, la crisis sea sólo un síntoma de algo mucho más grande, de un cambio de época capaz de llevarse por delante a todo aquel que no se adapte a las nuevas circunstancias de un ecosistema informativo que reclama medios de comunicación y profesionales más flexibles y más abiertos a los cambios.
Estamos en plena transición de un ecosistema de medios basado en la invención de la imprenta a otro ligado a los cambios continuos de internet. Y esta transformación, como era previsible, está dejando unos cuantos cadáveres en el camino en forma de periódicos, revistas y emisoras que han cerrado.
La denuncia de esta situación es legítima y necesaria, pero también puede llegar a ser estéril.
A los periodistas no nos van a pagar mejor sólo porque denunciemos nuestra situación con vehemencia y emoción o porque logremos que una parte de la audiencia se apiade de nosotros (la lástima no es un modelo de negocio). Tenemos que ser nosotros quienes busquemos modelos de negocio sostenibles y adaptados a la nueva realidad que nos ayuden a salir de esta situación tan delicada.
Y lo que digo no es una utopía. El mismo artículo del New YorK Times cita ejemplos en español como el de eldiario.es, La silla Vacía o El Faro que han encontrado su lugar en el mundo con propuestas innovadoras. Y a esa lista habría que añadir las decenas y decenas de nuevos proyectos que han sabido ganarse su hueco en el mercado generando empleo digno (os cito tres ejemplos que se me vienen a la mente: El Confidencial, El Desmarque y los portales de Weblogs) y, de otra parte, habría que agregar a tantas grandes compañías que están acometiendo sus proyectos de transformación y ya empiezan a tener más ingresos en el entorno digital que en el impreso.
En conclusión, tenemos razones para la queja, pero no vivimos un apocalipsis de precariedad (estamos peor que en los noventa y que en los primeros años del siglo XXI, pero que le pregunten a los periodistas de principios y mediados del siglo XX si vivían mejor que los de ahora) y, en segundo lugar, tenemos que centrarnos no sólo en denunciar lo que sufrimos, sino en devanarnos los sesos para buscar ser más productivos. Es mejor que anclarse en las denuncias de los males que nos aquejan y nos acechan.
11 motivos para el optimismo ante el futuro del #periodismo, con grandes como @gervasanchez @leilaguerriero2 @JorgeGalindo @xavieraldekoa y+ https://t.co/cJzWPsBiEB
— Borja Bergareche (@borjabergareche) 13 de noviembre de 2017
1 comentario en “La lástima no es un modelo de negocio para el periodismo”
Pingback: Autocrítica para periodistas – El post blanco