Si quieres una prensa fuerte, comprométete

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Juan Carlos Blanco

Unas cuantas certezas entre tanta incertidumbre. El modelo tradicional de negocio del periodismo está roto. Los lectores se mudan a las redes sociales y encuentran en los motores de búsqueda las noticias que les faltan. La publicidad va tras ellos y abandona a los medios a su suerte. Y tanto los lectores que se quedan en los soportes tradicionales como aquellos que sólo picotean aquello que encuentran en sus muros se abonan a la gratuidad: ¿para qué entonces pagar si casi todo lo que queremos lo tenemos gratis y al instante?

Exploramos y exploramos en busca de nuevas vías de ingresos para sostener el negocio del periodismo, pero los resultados son los que son. A día de hoy, esto de vivir del periodismo se está haciendo más y más difícil y nos está costando encontrar el santo grial de los beneficios mucho más de lo que nos podíamos imaginar hasta los más optimistas.

Sabíamos que iba a haber muchos fracasos a la hora de encontrar un modelo que dé beneficios para sostener una empresa periodística. Pero seguramente no nos esperábamos que fueran tantos y tan variados. Hay casos de éxito, que siempre son aquellos que han sabido entender los nuevos lenguajes de entender y los nuevos modos de distribuir y consumir las noticias. Pero no son tantos como esperábamos y, como cualquier otra organización periodística, también se ven amenazados por el huracán nivel cinco de Facebook y Google. 

Nadie está libre de ser arrasado por las grandes plataformas. Ya sea grande, mediano o pequeño. Nacional, internacional, regional o local. De izquierdas o de derechas. Del Madrid o del Barça. Sólo aguantan los más flexibles. Y, a veces, ya hemos visto que ni eso. 

¿Qué pasará entonces cuando, como parece, se seque dramáticamente el caladero tradicional de los medios de la publicidad?

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Como no estoy dispuesto a apuntarme a los vaticinios apocalípticos, os aventuro que, más allá de la caída y reconversión de algunas grandes organizaciones, seguro que también saldrán nuevos medios capaces de equilibrar ingresos y gastos mientras hacen periodismo.

Pero lo que ya no tengo tan claro es que esos medios tengan el músculo financiero y editorial necesario para convertirlos en actores capaces de ejercer su papel de contrapoder de los poderes políticos, económicos y sociales y, en segundo lugar, capaces de hacer de contrapeso de quienes hacen de la desinformación y de la propaganda más torticera un medio para el logro de sus objetivos y, en el caso de las informaciones falsas, hasta un medio de vida y un modelo de negocio exitoso.

Las consecuencias de la precarización periodística 

Los medios han sido en la era moderna un contrapoder, un rasgo de modernidad. Pero nadie nos garantiza que puedan seguir siéndolo a medio y largo plazo. Y si eso ocurre, el problema no será de esos medios de comunicación sino de la sociedad en general, pues perderá la posibilidad de fiscalizar a sus poderes públicos (y privados) y verá cómo se empobrece el nivel de su debate público. 

Y no hablo de un futuro a largo plazo sino del presente. Mirad, por ejemplo, en aquellos lugares donde los medios son débiles o directamente han desaparecido y no han sido reemplazados por oros. Hablo de pequeñas localidades, comarcas, provincias o regiones donde ya no hay periódicos y apenas queda alguna emisora de radio o televisión que se hace literalmente entre tres o cuatro entusiastas.

Allí, quien quiera criticar o rebatir una decisión política, puede hacerlo si le apetece en una cuenta de Facebook o de Twitter, pero ahí termina la posibilidad de controlar a quien manda. No hay medios que fiscalicen a quien manda y, en consecuencia, los controles se resquebrajan.

No voy a decir ahora eso tan pomposo de que sin periodismo no hay democracia, pero tened claro que una sociedad con medios débiles tiene más papeletas para dejarse llevar por los totalitarismos, los populismos y por las corruptelas que una que cuente con organizaciones periodísticas sólidas y creíbles.Y, por desgracia, nadie nos garantiza que no estemos más cerca de lo primero que de lo segundo.

Así que no lo olvidemos. Los periodistas somos los primeros interesados en buscar salidas para esta crisis, pero lo de mantener un buen ecosistema de la información no es un problema que sólo nos concierna a los periodistas, sino que corresponde a la gran mayoría de los ciudadanos.

Esto no va de salvar a unos cuantos periódicos de la quiebra, esto va de que una democracia necesita de unos medios fuertes para seguir siendo eso, una democracia. Y eso no puede ser sólo tarea de unos cuantos. Así que ya sabéis, si queréis una prensa fuerte, toca comprometerse de alguna manera. Es lo que hay.

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  20. Hola Juan Carlos, vaya por delante que no me encuentro entre los eruditos que profundizan a diario o desde ámbitos académicos sobre la crisis del periodismo y su futuro. Solo soy un observador con cierto sentido común. Y desde ahí, me atrevo a resumir en un solo párrafo, y simplificando hasta la evidencia, lo que está ocurriendo y una solución más.

    El periodismo no ha muerto ni va a morir nunca. Lo que sí está condenado a morir es el periodismo de masas que se realiza desde los medios impresos. La razón es muy sencilla: el soporte papel ya no es rentable para difundir información a grandes audiencias. Ha sido reemplazado por el soporte digital, donde la publicidad es más barata y eficaz. Sobreviven, sin embargo, la radio y la televisión, pues sus costes les permiten todavía cierta rentabilidad. Y sobrevivirán aquellos medios impresos que por su especialización e interés no necesiten de la publicidad como principal fuente de ingresos, sino que los financien los propios lectores (por ejemplo, la revista NATIONAL GEOGRAPHIC) Pero los medios generalistas de información de actualidad tienen, como digo, los días contados. Esto no significa que el periodismo haya muerto. Lo que está muriendo es uno de sus tradicionales soportes de expresión. Han nacido otros, entre los que están los diferentes ensayos o adaptaciones del periodismo impreso al digital, además de aquellos que, sin ser aun estrictamente medios periodísticos (tampoco lo fue la radio ni la televisión cuando nacieron) revisten algunas características del periodismo de la era digital (twitter, google, etc.). No corresponde, por tanto, a los ciudadanos –al menos, no del todo- la obligación moral de comprometerse para que sobreviva el periodismo. No se les puede pedir que sostengan filantrópicamente un modelo de negocio que no es rentable. Es cuestión, más bien, de que los empresarios encuentren para el periodismo nuevos formatos que sean rentables. O de que los periodistas pivoten su formación hacia territorios más innovadores de forma que ellos mismos ideen fórmulas rentables de ejercer su profesión. Como hacen los dentistas, los dermatólogos o los abogados. Sugiero por tanto una asignatura en los cuatro años del grado universitario de comunicación que se llame INNOVACIÓN PERIODÍSTICA, y que no se limite a enseñar lo que otros hacen, sino que desarrolle el necesario espíritu innovador que requiere la nueva economía global de todas las profesiones. Sin duda, los egresados no serán periodistas al estilo del siglo XX. Esos ya no sirven ni saben qué hacer. Serán periodistas digitales y ejercerán el periodismo desde otros modelos de negocio tan poderosos o más que los actuales, pero periodismo (información, análisis y entretenimiento) al fin y al cabo.

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