Juan Carlos Blanco
No he visto aún Los archivos del Pentágono (The Post, en su versión original), la película de Spielberg sobre el Washington Post, pero sí he leído algunos comentarios de periodistas en los que se percibe la añoranza de épocas pasadas e idealizadas que se contraponen con el periodo actual, supuestamente marcado por la derrota del periodismo ante no sé cuántas fuerzas del mal.
Sobre la película y los hechos que narra, poco puedo decir más allá de recomendar la lectura de un par de libros imprescindibles para quienes amamos este oficio: La vida de un periodista, de Ben Bradlee, y Una historia personal, la autobiografía de la editora del Post Katharine Graham. Es difícil leerlos y no terminar queriendo dedicarse al periodismo. Vaya lecciones de honestidad y de compromiso con un oficio tan adictivo como el nuestro.

Pero sí que me parece que hay que hacer algunas puntualizaciones sobre el presunto apocalipsis mediático que estamos soportando para no dejarnos llevar por el trazo grueso y el tremendismo.
— Juan Carlos Blanco (@Juancarlosblanc) 18 de mayo de 2018
Como punto de partida, no les quito razón a quienes piensan que el periodismo vive inmerso en un agujero negro. El cambio en los hábitos de consumo de la información propiciado por el nuevo entorno digital ha devastado el engranaje industrial en el que nos hemos movido los periodistas desde poco después de que Gutenberg inventara la imprenta. Y eso se ha traducido en oleadas masivas de despidos, en la precarización del empleo y en un recorte de las expectativas laborales que son insoportables.
Si a tal paisaje le añadimos que la debilidad de la industria, y lo que eso ha generado en la proliferación de prácticas muy poco profesionales (y no sólo hablo de las noticias falsas), se ha llevado también por delante el prestigio social del periodista, pues poco más se puede comentar.
James Harding: «Las noticias basura son más peligrosas que las ‘fake news'» https://t.co/4DRCqDlcW8
— PortalComunicacion (@portal_com) 5 de febrero de 2018
No os dejéis llevar por el pesimismo
Pero creo que nos equivocamos si analizamos esta situación dejándonos llevar por la melancolía, el escepticismo o la desazón. Seguramente no sea mejor momento para motivar a quienes quieran ser periodistas, pero eso no significa que sea un mal momento para hacer periodismo.
Salvo que nos queramos poner catastróficos, todos los días podemos ver, leer y escuchar buenos ejemplos de periodismo en los medios de comunicación tradicionales y en los que han nacido en el nuevo entorno, Hay mucha más basura que antes, pero si se sabe buscar, también hay muchísimas más posibilidades de encontrar buenas piezas periodísticas. Todo se multiplica de forma exponencial. Basta con disponer de una buena conexión a internet.
En ese sentido, no me gustaría que nos quedáramos con la idea de que el periodismo que se ve en la película sea ya una parte de la historia que jamás volverá. Por muy mal que esté todo (y lo está), el periodismo no es un oficio en vías de extinción, sino en vías de transformación, que es muy distinto.
Lo que toca es comprometerse
Por eso, lo que más me interesa es el debate que puede generar esta película en torno a la función social del periodismo como contrapeso de los poderes políticos, económicos y sociales y a la necesidad de que los ciudadanos tomen conciencia de que, si quieren sociedades democráticas fuertes, con instituciones sólidas, también necesitan comprometerse sin postureo alguno con los medios de comunicación de esa sociedad.
Y eso, reitero, implica no quedarse anclado en el discurso de decir que todos los periodistas somos unos malvados y unos vendidos o limitarse a solidarizarse con quienes pierden sus puestos de trabajo, sino que nos debería llevar a un paso más, a algo en realidad tan sencillo como reconocer que si queremos medios fuertes, tendremos que pagar por ellos.
En eso nos puede ayudar una película así, en recordarle una vez más al gran público que el periodismo, el buen periodismo, sólo puede sobrevivir, ahora que la publicidad se hunde, si hay alguien que lo paga y ese alguien no esconde intenciones que tiene muy poco que ver con el derecho a una infomación veraz y honesta.
P.D. (I). Merece muchísimo la pena leer este artículo del periodista Vicente Lozano, a quien la película le ha permitido recordar la importancia de tener empresas periodísticas fuertes si se quiere hacer el mejor periodismo. Muy interesante.
I just published “‘The post’, la empresa periodística y los lectores” https://t.co/nwFGQ1orxT
— Vicente Lozano (@vicentelozano) 2 de febrero de 2018
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Y P.D. (II) Decía al principio de este artículo que todavía no había visto la película. Bueno, tal vez lo haga, pero reconozco que, pese a mi afición peliculera, apenas piso ya las salas de cine. Ahora lo consumo en casa a través de una plataforma de contenidos a la que pago una cantidad asequible y que me permite disfrutar de una cartelera amplísima en la pantalla de nuestra televisión familiar con el resultado de que ahora veo más películas que antes.
Algo que nos está pasando a casi todos con las películas y las series y que también puede valer para el periodismo. ¿O no nos hemos dado cuenta de que a, pesar de nuestra fuga de los quioscos, hoy en día se consume muchísimo más periodismo que cuando nuestra oferta de contenidos era tan escasa? Todo cambia. Y ante el cambio, no cabe otra que adaptarse para sobrevivir. Y eso vale para cualquier sector. Por supuesto, también para el periodismo.
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