Una docena de ideas para comunicar una idea

Juan Carlos Blanco

En estos últimos meses, tras mi paso por la Portavocía del Gobierno andaluz, he dedicado tiempo a estudiar y a poner orden sobre las ideas que sirven para comunicar las ideas. Ya sabéis que no basta con tener una buena idea sino que hay que saber transmitirla para que les llegue de forma eficaz a las personas a las que va dirigida. Así dicho, es fácil. Pero no lo es: muchas de ellas se pierden por el camino de no saber expresarlas.

Yo mismo soy un ejemplo como otro cualquiera desde que empecé en el periodismo a principios de los noventa en el mundo de la radio. Desde entonces, me he equivocado mucho y algunas veces he tenido hasta miedo escénico, pero es verdad que algunas cosas sí que he aprendido.

1. Lo primero, antes que nada, intenta ser sincero… y sé amable.

Para comunicar una idea no hay que emular al Dalai Lama, pero tampoco hay que parecer un aprendiz de sargento de la Chaqueta Metálica. Lo primero que hay que trabajar es el respeto de quienes tienes enfrente desde la cordialidad y la honestidad. Y si te dicen que eso es imposible cuando tienes que abordar una crisis o una situación especialmente conflictiva, diles que es al revés y que es en ese momento cuando tienes que intentar ser aún más sincero y más amable. Si te crees la transparencia y la empatía, practícalas. Ancelotti, Del Bosque y Zidane son la antítesis de Mourinho. Los tres son empáticos y cordiales. Y los tres han ganado más títulos que el portugués. La amabilidad cotiza bien en las cuentas de resultados.

2. Sé conciso, sé directo. Define tu idea fuerza y ofrece el titular en un minuto.

Si puedes, incluso en menos tiempo. Cuanto más sencillo seas, mejor te van a comprender. Si quieres que alguien te compre una idea, lo mínimo que se merece es que tú seas capaz de definirla en dos o tres frases. Y si quieres captar su atención, esfuérzate en obtenerla. Que se note que te crees tu propia idea…y que sabes expresarla.

En muchas ocasiones he visto a gente con proyectos de un enorme potencial a quienes les cuesta describir cuál es esa propuesta de valor de la que hablan. Es la versión start up del «sé la respuesta, pero no sé cómo decirla». Pues, chico, trabájatela. Si lo logras, habrás dado el primer gran paso. Si no lo consigues, a lo mejor es que tu idea no es tan buena como parece. Y, en ese último caso, habrás dado también otro gran paso, porque sabrás que tienes que redefinir tu propuesta u olvidarte de ella.

3. Engancha a tus oyentes antes de que agarren el móvil.

Vivimos enganchados a las cinco, seis o siete pulgadas de las pantallas de nuestros teléfonos inteligentes. A cuántos de vosotros no les ha pasado que ha asistido a una presentación o a un evento y que, de inmediato, ha sacado el móvil de su bolso o de su chaqueta simplemente para ver las últimas actualizaciones de su cuenta de Twitter o de Facebook o las últimas fotos de Instagram.

Si estás en una presentación pública, intenta agarrar a esos oyentes antes de que se vayan. Decía Cecil B. de Mille que las películas hay que empezarlas con un terremoto y a partir de ahí hay que elevar la tensión. Aplicaos la historia. Vivimos en la era de la desatención. Si no atrapas desde el principio a quien te diriges, la partida se acaba aunque tú no hayas hecho más que empezar.

4. No me des sólo datos, cuenta una historia. Si es posible, tu historia.

Dice el historiador Yuval Noah Harari (sus libros son muy recomendables) que los seres humanos se han desarrollado y prosperado gracias a su capacidad de generar ficciones que nos han ayudado a fortalecer el vínculo social. Traducido: no nos emocionan y nos mueven las estadísticas, nos emocionan y nos mueven las historias. Le hablamos a los seres humanos, no a las neveras. Y los seres humanos quieren escuchar historias de otros seres humanos.

5. No te adornes en tu intervención como si fueras la reina de las Fallas

Se trata de ayudar a los demás a satisfacer una necesidad, no de alimentar tu ego. Y eso vale para dar una rueda de prensa, para la presentación de un producto y para lo que queráis. Será que me he pasado tantos años escribiendo y editando textos periodísticos que he desarrollado cierta fobia al barroquismo verbal que esconde el vacío, la nada y, en ocasiones, pura y simple charlatanería.

Escribir y hablar bien no implica usar un lenguaje intrincado sino que sea claro y certero. Se puede escribir y hablar trasladando imágenes poderosas sin necesidad de caer en retruécanos ridículos. Recuerda el punto dos: se trata de saber trasladar con sencillez las ideas fuerza de tu intervención, no de hacerle ver a quien tienes enfrente que eres un monstruo que abruma con su dominio del lenguaje.

6. El poder de las imágenes. ¡No satures¡

Sí, por supuesto que vale más una buena imagen que decenas de párrafos vacíos, pero recuerda siempre que estas contando una historia y que no todas ellas se cuentan como si fueran un cómic. He visto charlas potentísimas donde el orador u oradora no tenía delante ni un folio ni se ayudaba de diapositivas o de los inevitables powerpoints. Le bastaba con saber contar una buena historia que atrapara a quien tuviera enfrente. Y, por el contrario, he visto a gente interesantísima que ofrecía charlas apoyados en diapositivas con esquemas más complicados que los que se tuvieron que utilizar en el desembarco de Normandía.

7. Ensaya, ensaya, ensaya…y llévate un esquema.

Qué razón tenía Luis Aragonés cuando decía que los equipos de fútbol, para funcionar, debían contar con un buen pasillo de seguridad (un buen portero, un central contundente, un centrocampista con criterio y un nueve que las clavara). A la hora de comunicar una idea es lo mismo, pero tu pasillo de seguridad te lo da la capacidad de tener claro qué vas a decir y en qué orden. Quienes me conozcan, sabrán que suelo improvisar, pero es una improvisación con truco: simpre hago esquemas previos y tengo más o menos clara la arquitectura de lo que voy a improvisar.Y, si puedo, hasta ensayo lo que voy a decir. Si es posible, prepárate hasta los chascarrillos.

8. Huye de los tópicos. Y si puedes, también de los adverbios.

Y esto vale tanto para la escritura como para la comunicación verbal. No hay que caer en fundamentalismos absurdos como si esto fuera una cruzada contra las frases recurrentes y gastadas. Se trata de no abusar de este tipo de expresiones y, en su caso, de limpiar los textos y las intervenciones para que fluya la prosa o la oratoria más eficaz.

9. Conviviendo con el miedo escénico.

Al inicio os decía lo del miedo escénico. Yo lo he sufrido en algunas ocasiones. No muchas, pero las suficientes. Y siempre lo tengo presente para mantener el respeto a lo que hago. La última vez fue hace dos años y por poco no monto un espectáculo. Fue la primera vez que comparecí en rueda de prensa en la sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, en el Palacio de San Telmo. Empecé a hablar y casi que no podía seguir. Lo único que quería era beber agua. Supongo que fue una mezcla de no conocer el escenario y de no haberme preparado bien la intervención (llevaba papeles como para llenar la biblioteca de Alejandría: error, con tener claros los conceptos basta).

No duró más de unos minutos que me parecieron siglos, pero pude salir gracias a que enfrente tenía a periodistas/amigos que respetaron mi mal momento. Y aprendí de la experiencia. Antes de cada comparecencia buscaba mis momentos de concentración y, por supuesto, no arrancaba las ruedas de prensa hasta que no me hubiera hecho con el lugar. Mejor un minuto de silencio que diez de ansiedad. Por cierto, si miráis en youtube, tendréis cientos de reseñas y trucos para vencer el miedo.

10. Buscando el final. A dónde quieres llegar y cómo.

Cada profesional de la comunicación tendrá sus preferencias sobre cómo trabajar la arquitectura de una intervención, pero todos convergerán en hacer hincapié en la necesidad de enganchar desde el inicio a quien te escuche y en darle un buen final a tu intervención. Y ese buen final sólo se logra si eres capaz de remachar la idea por la que has dado una charla, has presentado un evento o un producto o has participado en un mesa redonda o en una rueda de prensa. Recuerda de nuevo el número dos. Si puedes acabar con tu idea fuerza, mejor.

11. La presentación no termina en la presentación

Procura tener claro respuestas para lo que, presumiblemente, te pueden preguntar. En muchas más ocasiones de las que os imagináis, el titular, sea el que sea, llegará en esas preguntas. Y, por cierto, la presentación no acaba tampoco después de las preguntas, sino cuando se ha ido todo el mundo, se han cerrado todos los micrófonos y no queda nadie…ante quien puedas meter la pata. La alerta no termina hasta que no se vea a nadie a cincuenta metros a la redonda.

12. Y, por último, olvídate del tono….y de casi todo lo demás

¿Qué quiero decir con esto? Pues que lo importante es que te relajes, que te concentres en para qué estás exponiendo una idea y que disfrutes. Si se te nota que crees en lo que dices, habrá gente que te siga. A eso se le llama pasión. Y a la hora de comunicar, seguramente sea el mejor combustible para transmitir lo que quieres decir. Si no, es muy difícil que la gente te siga o te compre tu idea, por no decir imposible.

Y, por cierto, tampoco pretendas que vas a ser Matías Prats sólo porque sigas a rajatabla unos cuantos consejos o imites a algún crack de la oratoria de los que te encuentras picoteando en YouTube. Esto, como casi todo en la vida, es cuestión de disciplina y de constancia. A escribir se aprende escribiendo; y a hablar se aprende hablando. Y recuerda, las piscinas están para tirarse en ellas. No te cortes y actúa. O si no, ¿cómo demonios pretendes mejorar?

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