Juan Carlos Blanco
Ahora que España ha aprobado la declaración de emergencia climática para luchar contra los efectos más dañinos del calentamiento global, me viene a la mente la necesidad de aprobar otra declaración igual de urgente: una en la que se propongan medidas para luchar contra la epidemia de desinformación que está erosionando y ensuciando el debate público en España hasta niveles que no nos podíamos ni imaginar.
Las fake news son ya un fenómeno social contra el que no nos podemos poner de perfil. Las tenemos a todas horas y en todas partes. En nuestros grupos de whatsapp y en nuestras redes sociales. Están en la conversación social Y se expanden sin filtro alguno hasta convertirse en las mayores herramientas de destrucción masiva de la confianza que hayamos conocido en las sociedades modernas. La posverdad le está metiendo una paliza a la verdad
La desinformación es un negocio muy lucrativo
Las informaciones falsas funcionan por varias razones.
En primer lugar, porque son un negocio muy lucrativo con el que sus productores ganan dinero. Son fáciles de fabricar (basta con inventárselas) y aún más fáciles de distribuir a través de plataformas como Google, Facebook y Whatsapp.
Y en segundo lugar, porque cuando responden a intereses políticos, económicos o sociales, suelen lograr sus objetivos. Y no sólo en la América que votó a Trump o la Inglaterra que apostó por el Brexit.
Las fake news son ya un fenómeno global. Se distribuyen con éxito gracias a su viralidad emocional (suelen apelar a las emociones, básicamente las negativas como la indignación, el odio o la ira) y son complejas de combatir porque una buena historia que reafirma nuestras convicciones, por muy falsa que sea, vende más que la realidad.
La contaminación mediática
Las consecuencias las vivimos todos. Nos pasamos el día discutiendo sobre noticias falsas, manipuladas o exageradas y el clima público se enrarece.
Y en eso tienen una responsabilidad los ciudadanos que consumen esa información basura sin prevención alguna (hay mucha gente más o menos informada que es ya incapaz de distinguir entre las informaciones falsas o las verdaderas), pero también aquellos medios de comunicación que publican contenidos cada día más discutibles para seguir obteniendo ingresos por esta vía y las propias Administraciones públicas, que no parecen darse cuenta de la magnitud del problema social al que nos enfrentamos
Si entre todos no le ponemos coto a los desmanes a los que estamos asistiendo, quizás incluso con un pacto de Estado, el ecosistema de la información en España se va a parecer a esos océanos invadidos por los plásticos en los que la vida está despareciendo. Y tal vez entonces seremos conscientes de que esto que vivimos ya no es un simple problema que merece nuestra atención, sino una emergencia que cambiará hasta nuestra manera de entender el mundo.

Si os interesa este tema, quiero recomendaros que leáis con atención un artículo que firma en El Confidencial el periodista Antonio Villarreal. Se titula Pedro Sánchez e Iván Redondo tienen un plan contra las ‘fake news’…o puede que no y explica con rigor y profundidad el alcance del problema y las soluciones reales que se pueden adoptar. De lo mejor que he leído al respecto. Un artículo imprescindible.
Y, por supuesto, una cosa más. Comprometeos con quienes hacen periodismo de calidad aunque eso signifique pagar alguna cantidad por esos productos. Si ya lo hacemos por Spotify o por Netflix, por qué no por algún medio de comunicación del que «nos podamos fiar». Merece la pena,