Juan Carlos Blanco
Estoy muy de acuerdo con las tesis de Enrique Dans sobre la disrupción de la pandemia del teletrabajo y sus enormes repercusiones en un aspecto que nunca hasta ahora había estado entre nuestras prioridades: el uso que hacemos de las oficinas.
Ahora mismo hay cierto miedo de algunos a volver a sus centros de trabajo por miedo o temor al coronavirus, pero esto, que es humano y comprensible, será pasajero. Lo que no lo será es el cambio estructural y revolucionario que transformará nuestra manera de entender el trabajo presencial y el trabajo a distancia, que es mucho más que elegir como Hamlet entre el ser o no ser del Zoom, el Skype o el Google Meet.
El contacto cercano y el trabajo en equipo hacen fluir la creatividad y mejoran las tomas de decisiones. No se hacen tormentas de ideas igual de efectivas con pantallas que en un espacio físico y el flujo de creatividad tampoco es el mismo.
Pero las empresas tienen que aprovechar este momento para replantearse muchos de sus procesos operativos, entre ellos, el del tamaño de sus instalaciones y oficinas y el de la necesidad de ir cinco días a la semana al trabajo durante ocho horas al día.
Pensemos en dos variables:
1. ¿Se es más productivo y rentable por ir cinco días a la semana al centro de trabajo o se puede ser igual o incluso más rentable si acudimos, por poner un ejemplo, dos o tres días en semana? Si trabajamos en empresas donde se pueden hacer esas preguntas (no hablo de comercios ni fábricas ni tampoco de actividades esenciales), igual la respuesta es que podemos ser más eficaces y mejores si aplicamos un teletrabajo racional y adaptado a nuestras necesidades.
Y 2. Por seguir con el mismo ejemplo: si queremos ser empresas socialmente responsables, podemos ahorrar una gran huella ecológica (combustible ahorrado, etcétera) si limitamos nuestros desplazamientos a esos tres o cuatro días a la semana, lo cual no vendría nada mal para hacer más sostenibles nuestros modelos sociales.
Repensando todo lo que hacemos
Estos procesos no pueden adoptarse de forma acelerada, pues pueden originar muchos problemas internos (un par de cuestiones más: el agravio comparativo de decidir quién se queda en casa y quién acude al centro y, de otra parte, la decisión de qué tanto por ciento trabaja presencialmente y qué tanto por ciento teletrabaja), pero hay todo tipo de opciones que se pueden manejar hasta que encajen lo máximo posible las necesidades reales de las empresas y las de sus trabajadores, que no tienen por qué coincidir.
Pongo aquí un ejemplo que conozco bien, el de las redacciones de los periódicos: es esencial mantener determinados espacios físicos que permitan el trabajo presencial en equipo, pero no parece lógico mantener enormes redacciones cuando el uso real de esas oficinas podría reducirse como mínimo a la mitad.
El teletrabajo también ayuda a lograr una buena reputación
Quizás las empresas que sean más sostenibles serán también aquellas que se muestren más rentables. Y, por cierto, tendrán a su favor otra variable: ganarán una reputación de empresas socialmente responsables y empáticas que quizás les ayude también en el desarrollo de sus actividades y en su cuenta de resultados.
Una empresa no comunica con lo que dice, sino con lo que hace. ¿Quieres parecer una empresa antigua? Olvídate que estamos viviendo una pandemia y haz todo igual que lo hacías antes. ¿Quieres, por el contrario, que se note que has tomado nota de lo que está pasando? Pues empieza a repensarlo todo, incluido el tamaño de tus oficinas, y no te olvides de contar el porqué a tus trabajadores, a tus clientes y a la comunidad a la que prestas tus servicios.