Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y las fuerzas armadas no tienen un problema de imagen en este país. Cuando cometen errores, sus actuaciones no están exentas de críticas, que es lo normal en democracias avanzadas como la nuestra. Pero los mensajes estruendosos de quienes atacan a estas estas instituciones desde el populismo y desde el radicalismo nacionalista no hacen especial mella en su imagen de marca.
En líneas generales, los españoles confían en quienes les protegen. Y ese depósito de confianza no mengua, entre otras razones, porque los ciudadanos aprecian sobre todo el trabajo de estos cuerpos en situaciones de emergencia excepcionales en los que muestran una combinación muy sólida de profesionalidad y de ejemplaridad.
El ejemplo que se nos viene a casi todos a la mente cuando hablamos de ese cordón umbilical de confianza es el de la unidad militar de emergencias, la UME, pero hoy me gustaría detenerme en las imágenes que hemos visto estos días de la actuación de nuestros soldados, nuestros guardias civiles, nuestros policías y el resto de nuestros servicios de emergencia y de protección civil.
Fijaos bien en los mensajes que han trasladado las imágenes que se han publicado de la tragedia humanitaria que se ha vivido en esta ciudad española del norte de África.
Frente a un país como Marruecos que responde a la llegada de un dirigente del Frente Polisario a nuestro país (y sí, podríamos discutir la idoneidad de la decisión española de permitir la entrada de este dirigente saharaui) lanzando un mensaje de insensibilidad y falta de empatía con sus ciudadanos, tan desesperanzados como dispuestos a tirarse al mar para llegar a una ciudad europea, nuestras fuerzas se han dedicado afanosamente a salvar las vidas de cientos de hombres, mujeres y niños.
Mientras un país demostraba un orgullo herido muy mal entendido y se despreocupaba de familias enteras, otro ‘explicaba’ con la actitud de sus soldados, sus policías y sus guardias civiles que lo primero de todo es la empatía con quienes más sufren.
No caeré ni por asomo en la ingenuidad de pensar que estas muestras de humanidad de nuestros representantes vayan a hacer mella en Marruecos ni en la opinión pública internacional. Las relaciones internacionales son otra cosa y requieren de habilidades, inteligencia táctica y experiencia en estas lides.
Pero sí que merece la pena destacar que, como país, hemos demostrado en esta ocasión al mundo cuál es la prioridad de un país democrático como el nuestro. El esfuerzo, el empeño y la bondad demostrada por quienes han salvado vidas en El Tarajal nos honra como comunidad y nos hace sentirnos muy orgullosos de quienes nos representan con su esfuerzo y con su sacrificio. Desde aquí, nuestro reconocimiento. No hay mejor operación de imagen que hacer el bien con mayúsculas. Y eso es lo que han hecho los nuestros. Bravo por ellos. Sin complejos.