Distraídos y desconcentrados

La sociedad de la información es ya la de la desatención, una sociedad donde cada vez cuesta más prestar la atención por esta epidemia de distracción y desconcentración que es fruto casi directo del modo en el que nos manejamos con las redes sociales en la era de las pantallas táctiles.

En este artículo de Xataka que os enlazo se cuenta el caso de las célebres charlas TED Talks, a la baja, entre otras razones, por nuestra incapacidad para concentrarnos…ni 18 minutos, que se suponía que era el tiempo más o menos aproximado en el que podíamos prestar una atención plena.

Es un ejemplo como tantos otros. Pensad en el consumo de libros o de artículos largos en papel. Estamos acostumbrados a los mensajes cortos y explosivos de las redes y nos cuesta la ‘simple complejidad’ de un texto largo. A nuestra ansiedad por estar al día le sumamos nuestra incapacidad para navegar más allá de unos cuantos titulares y de ideas simples y emocionales en un contexto escenario de infoxicación mediática. Hemos pasado del mercado de la información al reino del tuit y el zasca (y así nos va).

Quizás es porque ya no estamos ni en la economía de la atención, sino en la de la desconcentración. Y esto tiene y tendrá consecuencias en el nivel de nuestros debates sociales. El caso de los medios de comunicación es paradigmático, atrapados en la instantaneidad de esta cultura del SEO y los titulares compulsivos y adictivos.

Luchamos por cada segundo de los lectores, oyentes y espectadores (ahora llamados usuarios del mismo modo que a las noticias las llamamos contenidos) y estamos dispuestos a convertir el periodismo en un género más del entretenimiento y, en el peor de los casos, en una máquina de vending donde expedimos noticias baratas repletas de colesterol mediático. Mal asunto. Sobre todo si seguimos despistándonos más.

En el caso de las industrias periodísticas, el auge de las suscripciones electrónicas, el revival de las newsletter y la explosión de los podcast (como respuesta al derrumbe de los modelos tradicionales), invita a pensar en un cambio, en un viraje hacia el periodismo lento que procura ofrecer más calidad… a cambio de tiempo de atención.

Quizás vayan por aquí las soluciones a este dilema, alentando en todas las áreas posibles consumos en los que se ejercite esta atención. En cualquier caso, vale aquí la máxima que sostiene que para arreglar un problema, la premisa es asumir que se tiene ese problema.

En este punto, toca ser pragmáticos y asumirlo: tenemos un déficit de concentración, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, hijos del Tik Tok y los mensajes directos de Instagram, y hay que trabajar para paliarlo. La distracción es muy saludable, pero tanta distracción nos está entonteciendo.

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1 comentario en “Distraídos y desconcentrados”

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