Las estrategias de comunicación no se compran en Amazon

Una acertada reflexión de Paola Luna en LinkedIn en la que recuerda que no se puede trabajar bien una estrategia de comunicación si no se adapta el plan a las singularidades y particularidades de cada cliente me lleva a profundizar en esta cuestión, que me parece capital en estos asuntos: no hay recetas mágicas ni manuales estandarizados para llevar a cabo un trabajo de esta naturaleza.

Las estrategias de comunicación no son cargadores universales para las baterías de los móviles ni se compran al por mayor en un Makro o encargándolos por Amazon.

Querer aplicar una misma estrategia para dos empresas distintas, por muy similares que sean sus circunstancias, es no haberse enterado de qué va esto.

No existe el manual definitivo ni falta que hace. Lo que sí existen son los métodos y procesos de trabajo que permiten incrementar el rigor profesional y la evaluación de un trabajo en el que siempre han primado la experiencia, la intuición y el olfato.

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Pero esto no va de ir a Google a ver si encuentro esa propuesta que resuelva el problema del cliente, sino de reunirse con él cuantas veces sean necesarias y de ejercer de consultor estratégico en esta materia, por cierto, sin endilgarle un plan que quizás no tenga nada que ver con sus necesidades reales.

Yo doy muchas charlas y clases sobre cómo comunicar en las empresas y casi siempre ofrezco ejemplos y cuento posibles metodologías para montar y ejecutar una estrategia de comunicación, pero me pongo muy pesado a la hora de subrayar que cada cada cliente, cada empresa, cada institución, requiere de una aproximación particular a su modo de ser y de actuar y al contexto en el que se mueva.

Esto último, por cierto, es también relevante. En comunicación, el contexto lo es casi todo. Saber cómo se mueve la comunidad en la que una empresa presta sus servicios es esencial, del mismo modo que también es fundamental establecer un vínculo, en muchos casos de corte emocional, con las personas a las que te diriges.

Se trata, si se quiere, de un ejercicio de darwinismo.

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Una buena estrategia de comunicación define con claridad y con un espíritu pragmático los objetivos que se pueden alcanzar y se adapta a ellos y a las herramientas reales de las que dispone, siempre con criterios de prudencia y sin perder ni por un solo instante ni el sentido común ni el sentido de la realidad.

En suma, parte de nuestro trabajo debe consistir en explicar a quienes tenemos enfrente que es mejor que busquemos soluciones adaptadas a ellos antes que estrategias artificiosas y desconectadas.

Y, ya aprovecho, también es parte de nuestro trabajo intentar convencerles de que la comunicación no es solo para el momento en el que hay que resolver un problema urgente, sino que debe incorporarse a las funciones más estratégicas de la alta dirección, y siempre con el espíritu de un fondista que piensa en el largo plazo y no con el del sprinter que sólo se preocupa de apagar el último fuego que se le ponga por delante.

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