Desde que Elon Musk se hiciera con la propiedad de Twitter, se han incrementado las críticas a esta red social, hasta el punto de que hemos visto cómo muchos se despedían de ella anunciando su mudanza a nuevas redes sociales como Mastodon (luego no se ha ido casi nadie para allá, pero ésa es otra historia) o anunciando con toda la pompa a través de un tuit que dejan Twitter…para luego seguir escribiendo en las cuentas del pájaro tuitero cada vez que tienen el impulso de contarles al mundo sobre lo que piensan de esto o de lo otro.
El comportamiento errático, imprevisible y caprichoso del nuevo propietario de Twitter ha desconcertado a gran parte de sus más de 400 millones de usuarios en el mundo. Pero estos tres primeros meses de la nueva era de esta red social nos ha permitido también comprobar la fortaleza de esta plaza global para la conversación pública.
Podemos odiar Twitter, pero nos cuesta no estar en Twitter.
Twitter es el ejemplo perfecto de la típica aplicación que no queremos eliminar de nuestros escritorios porque nos da miedo a perdernos algo y nos gusta estar al día de lo que se está hablando. No queremos quedarnos fuera de la conversación pública, pero en demasiadas ocasiones nos irritamos por la agresividad del medio ambiente tuitero, por las toneladas de falacias que circulan por la red o por la pandemia de bots, trolls y hooligans que se asoman a Twitter con un teléfono en una mano y con un escupidor de insultos en la otra.
Pues bien, una recomendación: si no te apetece salirte de la conversación, no lo hagas, pero, al menos, ten en cuenta estas cuatro prácticas que pueden ayudarte a que tu relación con Twitter sea algo menos tóxica que la que tiene el príncipe Harry de Inglaterra con la prensa británica.
1. No bloquees a quien no te gusta, pero dedícate a silenciar a todos aquellos que consideres que se pasan con su activismo o con su mala leche. El bloqueo puede ser agresivo, y aquí lo que interesa es evitar el ruido y buscar que tu timeline te aporte y no te soliviante.
2. Haz listas y busca gente que te aporte. Yo tengo listas profesionales (sobre comunicación, periodismo, análisis político, etcétera) y listas personales sobre una de mis aficiones más recurrentes (el fútbol, para qué os voy a decir otra cosa). En el caso de las profesionales, su confección ha sido una de las ideas que mejor me han resultado en los últimos años. De ellas saco ideas para mis artículos, para las charlas que imparto y para estar al día en mis intervenciones en la televisión y en la radio. Me he hecho mi propio quiosco y me funciona muy bien. Tengo un Twitter que me ayuda, que se dice pronto.
3. Disciplínate. No tienes que opinar sobre absolutamente todo ni mostrarle al planeta a cada momento cómo te sientes. Si has sufrido un desengaño laboral, amoroso o político, no es obligatorio comunicarlo con un tuit como si tú fueses Shakira o Piqué. Twitter no es el Boletín Oficial del Estado ni el sillón de tu terapeuta. Y el mundo no espera en vilo que tú ofrezcas tu opinión en 280 caracteres sobre la pandemia, la invasión de Ucrania o Pedro Sánchez.
4. Y, por último, recuerda que está muy bien echarle un vistazo a Twitter o consultarlo de vez en cuando, pero no hace falta vivir en Twitter. Sal a la calle, ten más vida real y verás que hay gente que es capaz de vivir sin estar enganchado 24 horas al día a una pantalla.