Redactar un texto con un mínimo estándar de calidad no es fácil. Pero mejorarlo no es complicado si se sigue un método de escritura y edición que atienda a lo importante.
Después de tantos años escribiendo artículos, también tengo mis propios hábitos. Si te sirven para escribir mejor, te recomiendo que sigas leyendo.
En primer lugar, reflexiona sobre qué es exactamente lo que quieres decir y ponlo en un papel. Te estoy hablando del titular que quieres que se quede en la memoria de quien te lea y quien te escuche.
Dedícale tiempo a pensar en esta idea fuerza e intenta resumirla en no más de un par de párrafos. A lo sumo, en tres, pero no en muchos más. Si quieres que alguien capte tu idea, lo primero que tienes que lograr es que tú mismo tengas muy claro cuál es esa idea.
Y, por cierto, muy importante en el inicio: ponte en la piel de quien te va a leer y céntrate en meditar sobre cómo lo puedes hacer para engancharlo desde el primer párrafo.
Ordena las ideas y enuméralas
A partir de ahí, estructura tu texto a partir de estos cuatro puntos que en alguna publicación en Linkedin como la que os enlazo he titulado el pasillo de seguridad de la comunicación.
- Escribe en un papel todas las ideas que pueden ir en el texto y, luego, prepara las tijeras: toca decidir con cuáles te vas a quedar y cuáles no van a pasar el corte. Piensa en algún concepto que pueda ser brillante, en una historia que te va a ayudar a explicar lo que quieres trasladar o en alguna anécdota que puede encandilar a lector. Si, de pronto, tienes una frase, un párrafo o una imagen que crees que te va a funcionar, apúntala para no olvidarte de ella.
- Enumera estas ideas en un orden de escritura. No son las tablas de la ley. Puedes ir cambiando el orden si le viene bien al ritmo de tu narración. Pero si tienes claro el orden en el que irás contando tus ideas, el proceso te va a resultar más fácil de lo que pensabas. Ya tienes una escaleta para ir redactando.
- Reflexiona sobre cómo vas a empezar tu texto y cómo piensas acabarlo. Piensa, por ejemplo, en alguna anécdota o en un dato que atrape la atención del lector desde el principio. La primera impresión es importantísima (¿cuántas lecturas de artículos mueren en el primer párrafo? Y la última, exactamente igual: huye de los finales de encefalograma plano.
- Y, por último, vuelve a pensar en más historias que le pongan color a lo que estás escribiendo y en ejemplos reales que puedan ayudar al lector a identificarse con el texto.
Ponte a escribir
Cuando lo hayas hecho y sepas qué vas a decir y en qué orden, ponte a escribir y no te agobies por lo que vayas escribiendo. Ya tendrás tiempo de limpiar el texto. Ahora céntrate en escribir y en no dejar que te paralice el pudor o el exceso de análisis.
Editar un contenido no es difícil. Lo difícil es tener algo que decir.
Si ya sabes qué vas a escribir, no esperes más. Hazlo y no te pongas a pensar en que lo que estás redactando no vale nada. Déjate de inseguridades absurdas y empieza lo que habías venido a hacer.
Algunas recomendaciones para limpiar los textos
Y, ahora sí, cuando ya tienes un texto, ya puedes editarlo para limpiarlo y mejorarlo, momento en el que deberías de tener en cuenta las siguientes recomendaciones:
1. Escribir bien es escribir sencillo, diciendo más con menos y haciendo simple lo complejo. Lo que se puede decir en una sola oración no lo digas en cuatro. Y no intentes meter tres ideas donde sólo cabe una. Menos es más: métetelo en la cabeza y no te olvides cada vez que te enfrentes a un texto.
2. Si quieres ser creativo, te voy a insistir como haría una madre de las insistentes: crea imágenes y cuenta historias. Piensa en ti mismo como lector. Cuando alguien te cuenta algo, piensa qué retienes en la memoria: sabes que se te quedan las historias de personas de carne y hueso, con nombres y apellidos, aquellos relatos en los que se huele el alma de los personajes, ésos en los que ‘ves’ la narración a través de las imágenes que compone tu cerebro a partir de las descripciones que recibe.
3. Recuerda que los sinónimos existen y que nadie te va a penalizar por usarlos. Según el diccionario de la Real Academia Española, el castellano tiene 100.000 palabras. Úsalas, que no muerden. Pero piensa también una vez más que usar bien el lenguaje no significa retorcerlo ni utilizarlo como si te hubieras tragado un frasco entero de pastillas de LSD.
4. Deja para Góngora, Carpentier y William Faulkner el lenguaje alambicado y los retruécanos verbales. Tú no eres un escritor del Siglo de oro ni vas a describir el Caribe mágico o la complejidad desgarrada de las tierras sureñas de los Estados Unidos. Olvídate de complicar lo simple y de redactar tus textos como si fueras un émulo de Quevedo. Destierra las oraciones pasivas y las aquejadas del síndrome de la subordinada perpetua.
5. Abandona los tecnicismos y los neologismos y limita a tu entorno laboral más cercano el uso de palabras que forman parte de jergas profesionales. En el primero de los casos, vas a parecer el tontaina que se cree que es más profesional porque habla el spanglish de los que usan Linkedin como si fuese una teletienda. Y en el segundo, corres el peligro de que no te entiendan fuera de tu tribu. Y, a veces, ni dentro.
6. Declárale la guerra total a los lugares comunes y a los latiguillos que convierten los párrafos de cualquier texto en un ripio propio de un pregonero adicto a salir en la televisión local de su pueblo. Déjate de contar que en el sitio no cabían más alfileres, que llueve sobre mojado o que las espadas están en todo lo alto, porque, como sigas por ese camino, a tu lado el lado del narrador del No-do va a parecer el colmo de la modernidad.
Y 7. Deja a los adverbios en paz, cúrate tu adicción a los adjetivos y usa verbos más poderosos. No eres el bardo Asuranceturix ni estás poseído por el espíritu de Paulo Coelho. Si limpias el texto de los adjetivos y los adverbios que le sobran y usas más verbos aparte del ser, el estar y el parecer, la narración mejora. Y si encima utilizas sustantivos más precisos, ya lo bordas.
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Y, por último, otros dos consejos más que no me quiero guardar aunque pueda parecer un abuelo cebolleta:
1. Lee mucho. Es más, obsesiónate con leer. Lee periódicos, revistas, novelas, ensayos. E intenta leer a los mejores. Dedica un tiempo de tu día a día a leer, en silencio o como máximo escuchando música más o menos relajante en los cascos: procura aislarte lo más posible del ruido ambiental y reflexiona sobre lo que hayas leído. Ganarás en criterio, en poso y en peso. Aprenderás a quedarte con lo importante antes que con lo urgente y soportarás mejor el aluvión de simplezas, eslóganes, titulares facilones y lugares comunes que invaden la conversación pública en las redes y en los medios de comunicación.
Y 2. Escribe, escribe y escribe. Hazlo con un cierto orden como el que te acabo de proponer y no pares de insistir. El talento es esencial, pero la práctica lo es todo. Verás que mejoras de forma acelerada y notarás que cuando escribes mejor, también piensas mejor. Cuando aprendes a estructurar tus textos, mejoras tu orden mental y tu capacidad de análisis y, con el desarrollo de estas habilidades, mejoras tanto en lo personal como en lo profesional.
2 comentarios en “Un método para escribir mejor”
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