Hemos hablado en el programa Mesa de Análisis de Canal Sur Televisión sobre el impacto de las deep fakes, esos contenidos audiovisuales falsos que circulan por las redes en los que se simulan voces, rostros y cuerpos ya con una perfección que nos asombra y que también nos preocupa por la escalada del problema que se nos avecina.
Pero me gustaría que quedara claro algo: lo de las deep fake no es más que una de las avanzadilla de un problema que es gigantesco y que tiene distintos frentes de actuación que van más allá de este estremecedor relato de imágenes falsas creadas con aplicaciones de inteligencia artificial que te puedes descargar en menos de un minuto.
No son sólo los vídeos, los audios y las fotos falsas que acompañan ahora a las toneladas de noticias falsas que circulan por las plataformas sociales, por los grupos de whatsapp y de telegram y también por algunos medios de comunicación cuyos estándares deontológicos están en el subsuelo.
También hay otros asuntos igual o más graves. Entre ellos, y por citar sucintamente: la pandemia de desatención, la violación colosal de nuestra privacidad, la desconfianza en el sistema como fruto de estas fake news y ese extraño fenómeno de la precarización cool que nos atrapa y que nos hace ver como muy guay y muy moderno que un señor nos traiga un croisán a las tres de la mañana de una noche de tormenta montado en una bici.
¿Os preocupan algunos de estos temas? Convendría que sí, porque esto viene fuerte, demasiado fuerte.
No soy nada ludita. Me gustan muchísimo las redes y no escatimo en alabanzas a quienes nos han permitido vivir mejor, más informados y más entretenidos. Pero los que me conocéis ya sabéis que me interesa mucho este asunto de la parte más oscura y no exagero si digo que tenebrosa de este negocio y del comportamiento de las tecnológicas que ‘gobiernan’ nuestro tiempo en internet.
Su adicción a los ingresos de la publicidad programática y la necesidad de recabar todos nuestros datos personales para alimentar este sistema de anuncios que les da muchísimo dinero (es un negocio que mueve casi medio billón de euros) provoca que estas tecnológicas pongan por encima el negocio antes que sus propios usuarios y se embarquen en una pelea por ver quién se hace con más datos, también de los que se registran en nuestros hogares (¿para qué pensáis que Amazon ha comprado la empresa de la aspiradora Roomba?) y en cualquier recoveco de nuestra vida privada.
En esa disputa, todo vale. Y ya os digo que a casi todas ellas les preocupa que se hable de la adicción a las pantallas, de estas violaciones masivas de nuestra privacidad o de esta eclosión de la desinformación. Pero no porque les importe lo que les vaya a ocurrir a sus clientes o porque teman el daño reputacional que les causen sus conductas más peligrosas, sino por el miedo a que las Administraciones les hagan frente e impongan restricciones a su mal entendido libre albedrío en el mercado para proteger a los ciudadanos de sus abusos.
Os paso por aquí el momento del programa en el que conversamos sobre este asunto.
1 comentario en “El peligro no está sólo en las deep fakes”
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