Si quieres una democracia fuerte, suscríbete a los periódicos

En esto de hablar de los medios, casi nadie se ahorra las sentencias y los adjetivos estruendosos. De hecho, seguro que os ha pasado en alguna ocasión que os encontráis en medio de una charla en la que alguien manifiesta su desconfianza hacia los medios de comunicación achacándoles una falta de imparcialidad que entra en el terreno del sectarismo, de la manipulación y de las mentiras. Es el tiempo de los reproches justicieros y de expresiones tan rotundas como que “todos los periódicos mienten”, “los telediarios son una vergüenza’, “ese periódico es de fachas (o de rojos) “ o esa frase que empieza a ser ya un clásico del cuñadismo extremo: “Esto que te cuento no lo verás en los medios» (un spoiler: cuando alguien os diga que lo que te va a contar no lo verás en los medios, no lo dudes: hay un 100% de posibilidades de que sí lo hayan publicado los medios o que, en su defecto, te estén contando un disparate ridículo).  

En cualquier caso, hay que mirar qué está fallando. La industria periodística sufre un problema de confianza y los periodistas y los editores deben ejercitar el músculo de la autocrítica, pararse a pensar qué se ha hecho mal, qué es lo que no funciona y qué demonios hay que hacer para recuperar la conexión emocional con los ciudadanos y para construir un modelo de negocio que le permitan ser viables. 

La adaptación a los nuevos hábitos de consumo de la información es clave. Y la comprensión de las nuevas reglas del juego del negocio, más aún.  

Pero cuidado con pasar de la autocrítica a la flagelación. Las empresas periodísticas han cometido errores, pero no lo han hecho tan mal como algunos presuponen. Han soportado una tormenta perfecta que ha arrasado con sus lectores, con sus ingresos, con sus puestos de trabajo y con su papel central en la sociedad. Y, aún hoy, están intentando entender qué camión les ha pasado por encima y qué pueden hacer para recuperar el esplendor que perdieron. Pero le ha pasado lo mismo que a cualquier otro sector atravesado hasta la médula por la disrupción tecnológica de internet. Y en el caso de los medios, por la que han protagonizado los motores de búsqueda y las redes sociales. 

El hooliganismo mediático no es el problema. En todo caso, es la consecuencia de una situación de una raíz mas profunda que es fruto de una etapa en la que los ciudadanos han decidido informarse y entretenerse en otro tipo de plazas públicas (redes sociales, canales de streaming y canales de mensajería como whatsapp) y en la que estas plataformas sociales se han quedado con el grueso de los ingresos publicitarios que hasta ahora eran el sostén de las cuentas de resultados de los medios.

El problema es la debilidad de los medios y la precarización del trabajo periodístico.

Hoy, todos conocemos periodistas que trabajan en los medios de comunicación que sobreviven con sueldos parcos o  gracias a colaboraciones que apenas les permiten llegar a fin de mes en condiciones más o menos dignas. El valor de mercado del producto periodístico se ha reducido como las acciones de una compañía en quiebra. Y los periodistas se las ven y se las desean para mantener una carrera profesional en un sector cuyo modelo de negocio se ha derrumbado en menos de quince años.

El mercado periodístico está en transición. Las marcas viven un proceso de transformación, de reconexión con sus audiencias y de búsqueda de nuevos caladeros de negocio. Pero entretanto llega esa nueva sostenibilidad, quienes están en el ejercicio de sus carreras en esta etapa de cambio están viviendo con sus propios ejemplos lo difícil que es vivir de esta profesión y lidiar desde posiciones de debilidad con las presiones que recibe cualquier medio de comunicación que se precie de serlo.

Un periodista no deja de ser íntegro y honesto porque perciba un salario mísero y un medio no pasa a ser un ente malvado como consecuencia del desplome de sus ingresos. Pero no les pidamos heroicidades ni a los unos ni a los otros. Si un medio del sector privado deja de ganar dinero con la publicidad que les llega de las marcas ni de sus lectores y un periodista sólo puede aspirar a malvivir, es difícil que se den las condiciones para que desarrolle un trabajo profesional que no sólo cumpla con los criterios deontológicos del oficio sino que sirva a la comunidad.

La mala prensa de la prensa

Fijaos en qué paradoja vivimos: les estamos reclamando a los medios de comunicación que sean sostenibles e independientes y que demuestren fortaleza editorial, pero, a la misma vez, dejamos de consumirlos y nos informamos a través de otros canales. Preferimos meter publicidad en Facebook, ver titulares y zascas en Twitter y algunas fotos en Instagram, pero luego les reclamamos a los medios que fiscalicen a los gobiernos de sus ciudades, regiones y países y que descubran las corruptelas más oscuras, por cierto, sólo las que afectan a sus adversarios y nunca a las de los suyos.

Y no, como diría el torero, lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

No podemos exigirles a los medios de comunicación que sean los guardianes de las esencias democráticas y luego dejarles tirados. No se les puede reclamar que controlen lo que pasa en un ayuntamiento de un municipio pequeño si luego no somos capaces de gastarnos un euro en garantizar la viabilidad de ese medio local que es capaz de informarte de lo que pasa en tu entorno más cercano sin que sus publicaciones parezcan un No-Do en el que se trata al gobernante como si fuera un dictador norcoreano a cambio del dinero de la publicidad institucional. 

Los medios de comunicación necesitan del compromiso de sus lectores. Y las democracias necesitan del compromiso y la fortaleza de sus medios de comunicación, tanto públicos como privados.

Me da alergia esa idea tan ingenua de que “sin periodismo no hay democracia”, porque no va a la raíz del problema y se queda en una simple proclama que queda bien en las manifestaciones o en los hastag de solidaridad de alguna red social, pero no voy a dejar de reconocer que, en esencia, responde a un hecho objetivo: si quieres vivir en una democracia, ya puedes ir pensando en comprometerte con los medios de comunicación y en ayudar para que estos medios hagan periodismo y no servilismo. 

Por todo esto, no te pido que sigas apoyando a los medios publicando alguna frase candorosa de apoyo a la libertad de expresión en tu muro de Facebook o en tus cuentas de Twitter o de Instagram. O que hagas un vídeo viral sobre la prensa que lo pete en Tik Tok.

Tampoco te pido que dejes de hablar mal de los medios. Estás en tu libertad de pensar y de decir lo que te apetezca.

Lo que te pido es que, si te crees de verdad que necesitamos una prensa fuerte para que nuestra democracia sea más fuerte y los poderes, sean estos los que sean, encuentren un contrapeso, que seas más proactivo y que te mojes: que te suscribas a algún medio de comunicación, que consumas prensa de calidad, que defiendas que sin el periodismo no hay democracia que sea capaz de seguir considerándose a sí misma una democracia y que no hagas el ejercicio de cuñadismo extremo de asentir con la cabeza cada vez que te digan que todos los medios mienten y manipulan. 

Si queremos una sociedad adocenada y manipulada, no hay nada mejor que terminar de enterrar a los medios de comunicación, que nos tomemos la pastilla de la felicidad y que todos nos hagamos adictos a Tik Tok, pero si pensamos que más allá del entretenidísimo pan y circo de algunas redes, hace falta comprometerse con nuestra salud mediática, hazlo y no te cortes.

Si defiendes y logras con tu compromiso que haya medios fuertes a tu alrededor, más posibilidades tendrás de vivir en una sociedad más libre, más democrática y más próspera. Y no te refugies en la masa. La responsabilidad es tan tuya como mía y como de la comunidad. 

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2 comentarios en “Si quieres una democracia fuerte, suscríbete a los periódicos”

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