Quienes nos dedicamos al periodismo, el marketing, la publicidad o cualquier otra variante de la comunicación nos hemos acostumbrado a vivir en puertas del advenimiento de un apocalipsis que supuestamente nos borraría del planeta durante un par de reencarnaciones cuando menos. Primero fue el supuesto cataclismo que íbamos a vivir con la llegada de internet, luego fue la subida a los altares del SEO con sus cargamentos de noticias tan virales como banales, más tarde fue la pandemia de la publicidad programática y la irrupción de las plataformas de streaming y ahora es la llegada de los cien mil hijos de la inteligencia artificial.
No os azoréis más de la cuenta. La tecnología, la robotización y el Big Data nos ayudan a ser mejores. Aportan valor a quienes saben utilizarlas y destruyen a quienes las menosprecian. El ruido en torno a ellas es justificable: están cambiando el mundo que conocemos. Y su huella no se notará dentro de unas décadas sino se puede apreciar ya mismo: hoy, mañana o pasado. Basta con que abras tu ordenador para comprobarlo.
Me reafirmo en que es de una esterilidad galopante pensar que esto no va con nosotros y que lo que nos tiene que obsesionar es saber posicionarnos y aprovechar las posibilidades que nos ofrece esta vuelta de tuerca en la que los algoritmos se multiplican como los gremlins de nuestra infancia.
Hoy tenemos que ser, aún más que nunca, seres adaptativos que no se deslumbran ante lo que viene, pero que tampoco rechazan visceralmente el cambio. Igual que pasó con el surgimiento de lo digital, con la eclosión del vídeo y de las redes sociales y con el renacimiento del audio, nuestra aproximación a la inteligencia artificial debe ser la de quien está dispuesto a aprovechar en su beneficio, personal y profesional, las herramientas que se nos ponen a disposición. Se trata de incorporarlas a nuestro kitt de capacidades y habilidades sin mayores aspavientos, asumiendo que han entrado en nuestras vidas y desempeños y que de ahí no se piensan mover.
Si te crees que esto es Matrix, procura elegir bien entre la pastilla roja y la azul.
Hoy, además, tenemos que seguir obsesionándonos con hacer las cosas lo mejor posible y con la mayor calidad de la que seamos capaces. Da igual que hable de periodismo, de comunicación, de publicidad o de cualquier otra actividad creativa en la que se usen palabras, imágenes y sonidos.
No tenemos que obsesionarnos con las herramientas sino con los resultados. Para que nuestros productos funcionen en el largo plazo, hace falta que respondan a una necesidad de quienes están al otro lado de las pantallas, pero sobre todo hace falta que sigan caracterizándose por su calidad. Y esta calidad, que será fruto de nuestra creatividad humana y de nuestra capacidad de comprender el mundo que nos rodea y de aportar soluciones críticas, será también la que nos haga distinguirnos de los demás en una etapa de nuestras vidas en la que no será fácil distinguir qué es lo que ha sido hecho por una máquina y qué, pro el contrario, ha sido manufacturado por una persona.
Tendremos que ser, más que nunca, artesanos de las palabras y de las imágenes. Y tendremos que procurar que de nuestros talleres salgan las producciones que mejor conecten con las necesidades y las emociones de nuestros seguidores haciendo lo mejor posible nuestro trabajo y aprovechándonos de las ventajas que nos otorgarán las herramientas que se están poniendo a nuestro alcance.
2 comentarios en “Inteligencia artificial: si te crees que esto es Matrix, procura no equivocarte de pastilla”
Vivir del Periodismo puede ser complicado hoy en día aunque no imposible. Si eres persistente, te lo curras y tiras para adelante, lo consigues. Usar la IA para ser mejores artesanos de las palabras y de las imágenes es una de las mejores opciones. Le leo. Saludos.
¡Saludos, Álvaro¡ Muchas gracias por tus comentarios 🙂