Escribir bien es una buena inversión

Una de mis obsesiones es el uso de un lenguaje comprensible, claro y sencillo. La claridad es necesaria si quien escribe es quien actúa en nombre de una organización empresarial, política, cultural o deportiva o de la naturaleza que sea, pero se  convierte en una obligación si el sujeto es una Administración. Una obligación y un derecho, el derecho de los ciudadanos a entender qué demonios nos quieren decir nuestros representantes públicos cuando se dirigen a nosotros en sus escritos.

Todos podemos poner ejemplos de procedimientos administrativos, expedientes y notificaciones, sentencias o resultados médicos cuya redacción es incomprensible para nuestras entendederas. Y no porque nuestras neuronas no den para mucho, sjno porque estos documentos están redactados con el estilo ingobernable de un aficionado a los holocaustos gramaticales y a los genocidios ortográficos, de alguien que se cree que está esculpiendo la piedra Rosetta cada vez que se pone delante de un teclado.

Escribir de forma alambicada y barroca no tiene mala prensa ni genera reproche ni le causa un problema al autor de párrafos tan enrevesados. Da igual que se redacte abusando de esas subordinadas con vida propia y colocando los puntos y las comas con algún criterio arbitrario de origen desconocido. Quien escribe de modo oscuro y sinuoso pasa por ser alguien que escribe como corresponde y que lo último de lo que tiene que preocuparse es de que se comprendan sus párrafos. ¡Haber estudiado¡, parecen decir los defensores del retuerzo gramatical.

Estos reyes de la pomposidad confunden la complejidad con la oscuridad y la riqueza verbal con el lenguaje florido y ripioso. Y no demuestran ser herederos naturales de Lázaro Carreter a los que se les ha reservado una silla perpetua en la Real Academia de la Lengua Española, sino filibusteros de la palabra que no le guardan el respeto debido a las personas a quienes se dirigen.

Ya no se trata en este punto de escribir más o menos bien, sino de sentarse delante del papel o del ordenador con el afán y el interés honesto de escribir de tal modo que la persona a la que va dirigida tu mensaje entienda con claridad qué es lo que quieres expresar. Se lo debes a él, pero también te lo debes a ti, que tienes que entender que escribir bien es una buena inversión.

¿Por qué?

En primer lugar, porque así se transmite la imagen de que eres una persona que sabe qué se trae entre manos y que es capaz de sintetizar su mensaje para que les llegue a los demás. Un profesional, en suma, que capta bien el mensaje de su organización.

Y en segundo lugar, porque cuando adoptas el hábito de mimar la sintaxis y pensar en quien tienes enfrente, desarrollas, además de tu capacidad para la articulación de los mensajes y la ordenación de las ideas, la facultad de cultivar una empatía que te permitirá mejorar las relaciones profesionales con tu entorno y generar más confianza hacia ti.

Y si con eso no te basta, quédate con lo más importante: al menos, habrás tratado a quien tienes enfrente con la educación que se merece. Y eso se queda para ti.

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1 comentario en “Escribir bien es una buena inversión”

  1. Me quedo con el proverbio de Salomón: » el hacer muchos libros no tiene fin y al aplicarlos es fatigoso para la carne» . Los que escriben y causan fatiga al lector por ser insulsos e incompetentes deberían ser espectorados por los que manejan el buen oficio profesional del arte de escribir. No todos nacen con el arte de saber escribir bien, es reservado sólo para quienes saben » leer y escribir» este hermoso arte en todas sus dimensiones. elpostblanco.com sacó el primer tintazo para los que nos torturan a los lectores de esos supuestos escritores que creen que sentarse al computador y teclear, además hasta el atrevimiento de publicar. Estos «frescos escritores» no se dan cuenta que están maltratando al respetable oficio del escritor.

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