Periodismo para feligreses

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El periodista Ander Izaguirre ha publicado en un diario vasco del grupo Vocento un artículo muy difundido estos días en redes sociales en el que afirma en su último párrafo que «los medios no deberían ser hojas parroquiales para sus feligreses, sino plazas expuestas a una cierta incomodidad, para que no nos pasemos la vida dándonos la razón a nosotros mismos».

Como para no suscribirlo. Hay un cansancio arraigado en la tribu informadora ante tanto papanatismo editorial que parece obligar a los periodistas a ejercer de hooligans de las opiniones editoriales de sus medios antes que como periodistas que informan, analizan y opinan sobre la actualidad política, económica, cultural o de cualquier otro ámbito temático.

Ve uno por ahí a demasiados lectores que les piden a los periodistas de los medios que leen que firmen un juramento de sangre y que se pongan el uniforme de combate para guerrear en las batallas que se les pongan por delante. ve uno también demasiados compañeros que irían a combatir a las Ardenas para defender lo indefendible. Y ve uno también demasiado simplismo y desprecio de los ciudadanos a la hora de aproximarse a la realidad que viven los grupos periodísticos.

Los medios de comunicación están debilitados por la crisis mastodóntica de sus modelos de negocio y esta debilidad les conduce a la precarización y a la dependencia de los ingresos públicos para su supervivencia. Este contexto no invita a aventurarse en demasiadas heroicidades editoriales. Y tampoco ayuda a mejorar la reputación de las cabeceras.

Pero es injusto que, en estas circunstancias, se pretenda que un medio sea una guardia de corps ideológica que le dé siempre al lector, oyente o telespectador lo que éste quiere leer, escuchar o ver. Si es así, el medio se empobrecerá y se deslizará por una pendiente sectaria de la que luego no le resultará fácil salir. Y en este camino, irá ganando en fidelidad en algunos de sus seguidores más ultras mientras que irá perdiendo credibilidad en el resto.

Un medio de comunicación debe defender sus posicionamientos editoriales, pero siempre tratando a sus usuarios como a personas adultas que no temen que sus medios desafíen sus ideas y les hagan pensar y hasta cambiar de opinión. No como esos feligreses que reciben acríticamente su doctrina ni como esos políticos que no son capaces de hablar en público sin antes aprenderse de memoria el argumentario del partido que le llega a la bandeja de su correo electrónico.

La pluralidad no se predica, se practica. Y aquellos medios y aquellos periodistas que se aplican a ello son los que se ganan la confianza, la credibilidad y el respeto. Tal vez no el de los hinchas más ultramontanos, más propensos al linchamiento que al intercambio de opiniones, pero sí el de los demás.

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