Con el paso del tiempo, me he convertido en uno de esos conversos que entienden que cualquier plan de comunicación de una empresa tiene que empezar por plantearse cómo se trabaja la comunicación interna de esa compañía. Primero, lo de dentro. Y luego, todo lo demás.
Lo he comprobado en muchas empresas. Aquellas organizaciones que llevan el discurso de la protección y el cuidado de sus trabajadores a la realidad de los hechos suelen ser compañías que luego hacen bien las cosas cuando comunican fuera. Sin embargo, aquellas que descuidan lo más elemental, suelen tener los mismos problemas cuando dirigen sus mensajes hacia interlocutores externos: les falta la empatía necesaria para conectar con las audiencias.
La comunicación hacia dentro, hacia el cliente interno, es un termómetro que nos permite comprobar si el compromiso de una compañía con la comunicación de sus acciones es veraz y se asienta en la convicción de que sólo desde la proactividad en la transmisión de unos valores se puede comunicar una marca y mejorar su reputación en los mercados y en la sociedad.
Cuando una empresa se preocupa de comunicar con honestidad y con precisión a sus trabajadores qué es lo que quiere de ellos, a qué aspira la empresa y qué pasos va a dar para lograr sus objetivos, adelanta unas cuantas yardas el trabajo de forjar una plantilla con sentido de pertenencia y con espíritu de entrega y de esfuerzo. Sobre todo si trabaja siempre bajo la premisa de que no hay mejor profesional que el que siente que es algo más que un número frío en una cuenta de resultados o en un excel. Y eso se nota luego en los resultados y también en la imagen pública que se transmite.
Y, por cierto, no es tan difícil. Lo que hay es que querer, asumir la importancia real de lo que tenemos en nuestras manos, que es nada menos que el capital humano de la compañía, y no dejarse llevar por inercias tóxicas.
Si quieres retener el talento, cuídalo
La comunicación interna suma, en este sentido, en la retención del talento, esencial en aquellas compañías que se creen de verdad el discurso tan manido de que su valor depende de la calidad de sus trabajadores, y, por último, también es fundamental para que el mensaje de la compañía se capilarice y llegue a cuanta más gente mejor gracias a la conversión en eso que de forma tan manida se define como embajadores de marca.
Si tuviera que resumirlo todo en un concepto, diría que esta apuesta por la comunicación interna antes que por cualquier otro aspecto es un ejercicio de coherencia, una certificación de que, si quieres comunicar bien fuera de los muros de la organización, las cosas te saldrán mejor cuanta más complicidad encuentres entre los compañeros de la empresa.
Ahora bien, esto no son matemáticas. Puedes hacer un excelente ejercicio de comunicación interna y fallar a la hora de trasladar a la opinión pública los mensajes de tu organización. Pero si te preocupas por tener una buena comunicación interna, lo normal es que estés poniendo los cimientos para que también transmitas a los demás que tu empresa merece la pena. Y no sólo porque lo digas tú, sino porque lo dicen quienes trabajan contigo, que no tendrían porqué hacerlo.
Así que, ya sabes, ¿quieres comunicar bien lo que haces en tu empresa y que tu entorno se fíe cada vez más de ti? Pues comienza por donde toca: poniendo en orden tu casa. Luego, ya vendrá todo lo demás.