Por mucho que se redacten manifiestos de científicos e intelectuales de gran relieve que reclamen parar por un tiempo el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) para digerir los cambios que provocará en nuestra sociedad, todos sabemos que este llamamiento tiene un cero por ciento de posibilidades de lograr un efecto práctico y que, en todo caso, su valor reside en ser un toque de atención sobre el impacto de la IA en un mundo que hasta hace treinta años vivía instalado en sus estándares analógicos e industriales.
Aceptemos este toque de atención y hablemos más sobre la IA.
Pero no para seguir asombrándonos de lo que es capaz de hacer, sino para pensar cómo aprovechamos sus ventajas mientras mitigamos los peligros que conlleva y construimos los semáforos administrativos que regularán el tráfico de contenidos que circulará a través de estas nuevas autopistas del conocimiento.
Por ahora, los datos y las opiniones sobre la IA nos abruman a quienes no conocíamos el estado de los avances de estas herramientas.
He buscado la cifra de cuántas aplicaciones de inteligencia artificial se han puesto a disposición de los usuarios en los últimos seis meses y he visto que hay centenares de aplicaciones para redactar textos, editar vídeos, programar códigos, diseñar webs, hacer presentaciones, crear canciones, rodar películas y mil cosas más. Todo lo que quieras, al instante y en todas partes. Un Imaginarium para curiosos sin cura. Y un inevitable ataque de ansiedad para quienes quieran probarlo todo.
La IA está rompiendo los viejos paradigmas
La sanidad, la educación, el mundo del trabajo, las industrias creativas y de entretenimiento, la cultura, el turismo, el mercado de la información o el comercio electrónico, por reseñar algunos ejemplos, se adentran en un territorio desconocido en el que se barrunta una ‘convivencia’ entre las capacidades humanas y nuestra habilidad para explotar para nuestros intereses la potencia de tiro de los algoritmos.
Cerrar los ojos ante la inteligencia artificial puede ser tan nocivo como deslumbrarse ante ella sin el menor atisbo crítico.
Por eso, sea el que sea el sector en el que nos movamos, es importante que nos alejemos de las interpretaciones extremas y abordemos con equilibrio el desafío de la IA a partir de las siguientes premisas.
- Es clave una actitud abierta frente al cambio. No lloréis porque las inteligencias artificiales vayan a sustituirnos. Dedicaos a manejar mejor que otros aquellas aplicaciones de IA que os reportarán ventajas competitivas. No vamos a tardar ni un año en ver cómo muchísimas empresas ‘encargan’ a estos algoritmos tareas que ahora mismo desarrollan trabajadores de carne y hueso. Una vez más, se impondrá la lógica darwiniana: no sobrevivirá el más fuerte sino el que mejor se adapte a esta nueva realidad.
- Es probable que la IA acelere la llegada de otra ola de destrucción creativa de empleo, en especial en aquellos sectores del conocimiento que no sean capaces de demostrar ese mismo valor competitivo. Si eres un profesional que vive de su imaginación y de su ingenio, no te obsesiones con ser creativo, sino por ser lo más singular posible. Te tienes que convertir en un bien valioso y escaso.
- Pese a todo, el valor de lo humano crecerá. No es una contradicción con lo expuesto con anterioridad. En un mundo en el que los algoritmos te querrán convencer para que te apuntes a su empresa de suministro energético y en el que una máquina te atenderá cuando te duela la cabeza, los humanos seguiremos buscando a los humanos para tener un trato…más humano. Nuestro gran valor, el que nos hará singulares y distintos, será el de ser algo más que una combinación matemática que nos mejorará la vida.
- No repitamos con la IA los mismos errores de novicio que cometimos con las plataformas tecnológicas. Ya tenemos suficientes caudillos en internet como para permitir que el club de los señores feudales que mandan en la red se amplíe y se ponga fuera del foco y del control de las naciones estado. Hoy, estas naciones pantalla superan en tamaño y poder a la mayor parte de los países del mundo. Amazon, Google o Facebook tienen más fuerza, por ejemplo, que la Unión Europea. No podemos aceptarlo así como así. Las Administraciones, como representantes de los ciudadanos, deben controlar las reglas del juego de las empresas que desarrollan estas herramientas y no que sea al revés.
- Y, por último, la inteligencia artificial no va a esperar a nadie. Pasó con la imprenta, paso con internet y nadie puede garantizar que no pasará ahora. Te guste o no te guste. Así que párate tú por un momento y piensa bien en lo siguiente: ¿qué estás haciendo para prepararte? ¿Cómo crees que afectará a tu sector? ¿Y a ti mismo?
¿Lo has pensado ya? Pues actúa, que esto va muy deprisa.