El País publica una pieza en la que explica que los estudios de periodismo están languideciendo por la bajada persistente en el número de estudiantes que optan por la carrera. Se arguyen en el texto diferentes causas, entre otras, el desencanto por la escasez de las opciones laborales que tienen los alumnos cuando acaban su formación o el mismo desinterés de los jóvenes por las noticias («prefieren ver a Ibai Llanos antes que un telediario»).
Discrepo en algo que es sustancial. Lo que languidece no son los estudios de periodismo. Lo que languidece es la industria del periodismo. Tantos años de cierres, despidos, sueldos indignos, precariedad insufrible, la entrega sin escrúpulos al todo vale a cambio de un click, la publicidad que se disfraza de información, el infoentretenimiento que tiene de periodismo lo que yo de artesano de la piel o la misma endogamia de quienes sólo escriben para periodistas, políticos y empresarios han provocado una DANA mediática que cae sobre las aulas.
Y a todo esto, los chicos y chicas que estudian periodismo tienen que soportar una y otra vez que muchos colegas profesores que les imparten clases les auguren un apocalipsis cenizo sobre sus vidas y que más o menos que les aconsejen que se dediquen a algo mejor que a ser periodistas.
Pues no, hay que rebelarse. Hay que dignificar y darle su valor al periodismo, a la industria del periodismo y de la comunicación y a las escuelas en las que se enseña el oficio del periodismo. Y eso implica, entre otras cosas, que los profesionales hagan periodismo para las personas y no para los algoritmos, que los ciudadanos valoren a quien hace periodismo y pague por él y que las universidades se actualicen y dejen de incluir programas que parecen hechos cuando no existía ni internet.
Y, por cierto, no son sólo los jóvenes periodistas los que se merecen un mundo que respete al periodismo. Lo merecemos todos los que seguimos creyendo que este oficio tiene una función social que jamás prestará un tik toker venido arriba, pero incapaz de escribir dos párrafos seguidos sin cometer algún holocausto gramatical.