Un consejo práctico para filtrar la información. Cada vez que alguien en las redes sociales o en vuestros grupos de WhatsApp os cuente alguna noticia que “nunca verás en los medios”, piensa que la experiencia nos dicta que si la ‘exclusiva’ es cierta, estará en los medios de comunicación llamémosle tradicionales. Y si no aparece en ellos, es porque esa pieza es más falsa que un bolso de Prada de cinco euros.
No falla. Un clásico de la desinformación es el de darle pábulo a noticias grotescas mediante el señuelo de afirmar que se trata de informaciones que los medios de comunicación esconden, pero que han salido a la luz gracias a las revelaciones de personas que se enfrentan a esas supuestas fuerzas del mal y logran publicar lo que los medios esconden en su papel de lacayos de los poderosos, de los ricos, de los banqueros y de todo aquel que nos sirva para representar el papel de villano de una historia en la que los buenos siempre son los cantamañanas que nos cuentan milongas de dimensiones cósmicas.
En la mayoría de los casos, el negocio de esta basura mediática está en el click. Los ‘fabricantes’ de estas teorías truculentas y disparatadas aprovechan la credulidad de gente que se traga estas patrañas porque piensan que son del club de elegidos que “sí saben lo que pasa en el mundo porque lo han visto en YouTube” y hacen negocio con su tiempo y con sus datos, insertando anuncios en las páginas a las que acuden y vendiéndoles cursos y charlas a estos mismos crédulos.
Es un bucle tóxico, pero funciona en un mundo en el que la distribución de las mentiras, las infamias y los bulos se han multiplicado gracias a su distribución masiva a través de los nuevos canales sociales. Y eso que “nunca lo verás en los medios de comunicación”.