En mi afán por desterrar lugares comunes, quería hablaros hoy de una idea un tanto absurda que he ido escuchando y leyendo de vez en cuando cuando se habla de porqué la gente no conecta con los políticos que les representan en las instituciones. Seguro que os suenan reflexiones como éstas: «Nosotros tenemos un problema de comunicación. Hacemos bien las cosas, pero no sabemos comunicarlas«; «El problema es que no hemos sabido conectar con la gente»; «Yo creo que lo que nos falta es un plan de comunicación»; «Hay que acercarse a los ciudadanos».
Se trata de afirmaciones clásicas en la política en la que el gobernante o el dirigente de una formación política descarga sobre sus profesionales de la comunicación la responsabilidad de que los gobernados, los votantes o los simpatizantes estén de uñas contra ellos o critiquen su gestión por algún asunto en particular que haya concitado la opinión pública.
En ocasiones, es tal y como señalan con su dedo más acusatorio. Pero son las menos. La realidad es que la gran mayoría de los políticos emplean el recurso mental de buscar como sea algún cabeza de turco al que achacar el porqué del rechazo de los ciudadanos a sus políticas. Y no os escondo que quien lleva la comunicación de una organización es el candidato perfecto a comerse la responsabilidad de cualquier revés, sobre todo si ésta te conduce finalmente a una derrota electoral.
En ese momento, aparte de que te salgan por todas las esquinas del partido o de la institución, sesudos expertos en semiótica política que te dicen a posteriori lo que tendrías que haber hecho, mana desde dentro de los gobernantes esa construcción mental que les evita dedicarse un mínimo rato al saludable ejercicio de la autocrítica, una idea que se verbaliza en el ya manido: «no es que no lo hagamos bien, es que no comunicamos bien».
Y no, en casi todos los supuestos, lo que te encuentras no es un problema de cómo se trasladan a la opinión pública tus políticas, sino un problema mayor de capacidad de gestión y de ejecución de tus políticas. Es decir, lo que suele pasar no es que no sepas comunicar, sino que no sabes gobernar. Y esto es algo que cuesta más de sobrellevar.
Quienes se dedican a la comunicación política son conscientes de esta realidad. A la política se viene llorado y sabiendo con qué handicaps se juega y que a veces se gana y a veces se pierde. Son las reglas y no van a cambiar. Por eso conviene no hacerse trampas en el solitario del candidato o del gobernante. Ya puedes haber mejorado la comunicación todo lo que quieras, que como las cosas vayan de regular a peor, alguien se va a comer el desastre. Y ese alguien ya te imaginas quién es.