La importancia de lo que no se ve de las suscripciones a los medios de comunicación

He leído estos días algunos artículos en los que se pone en cuestión el giro de los medios de comunicación hacia un modelo de negocio centrado en las suscripciones. En tales piezas, se arguye que los ingresos generados por esta estrategia de pago por los contenidos no suma ni el 5% de los ingresos totales de esas firmas y que, en consecuencia, es imposible pensar que las suscripciones solventarán los problemas de negocio de las firmas periodísticas.

Estas interpretaciones  parten de premisas equivocadas. En primer lugar, porque el giro no es estrictamente hacia un modelo de suscripciones sino hacia un sistema de financiación en el que la publicidad, hoy dominada por las grandes tecnológicas como Google o Meta, ya no sea la principal fuente de ingresos de los medios.

Las suscripciones son el pivote de estas nuevas estrategias, pero el cambio es más amplio que la sola búsqueda de los ingresos que proporcionen los lectores, sino que también explora otras vías como la generación de contenidos de marca, la organización de eventos, los sistemas de donaciones, el marketing de afiliados, la gestión de la imagen de las marcas ejerciendo las tareas que hoy ejercen las agencias de comunicación y cualquier otra vía de ingresos en la que el medio pueda ejercer un papel gracias a la confianza ganada entre sus lectores.

Las suscripciones también tienen un inmenso valor editorial, pues alejan a los medios de las batallas alocadas por el SEO, de las búsquedas ansiosas del click, de la viralidad mal entendida y del clickbait. La apuesta por el pago obliga a los medios a luchar por eso tan abstracto que es la calidad, pero que se resume en no dejarse llevar por las métricas de cantidad y en centrarse en elaborar y distribuir un producto del que se pueda fiar la comunidad y que no sonroje a los periodistas que trabajan en esos medios.

Ilustración hecha con DALLE

En tal sentido, el modelo de suscripciones es un regreso a los orígenes de la prensa y una apuesta por los valores básicos como única vía para ganarse la confianza de los ciudadanos en un momento en el que esas propias empresas periodísticas han perdido el monopolio de la conversación pública y el de la distribución de los contenidos a la misma vez que veían cómo estas plataformas tecnológicas se quedaban con el grueso de su negocio publicitario.

Si se dice con lógica que el camino de la inteligencia artificial no tiene vuelta atrás,  de igual modo se podría decir del camino de las suscripciones. Si queremos calidad en el periodismo, no hay vuelta atrás. O se apuesta por productos de calidad que se financian a través del pago de los lectores o de cualquier otra vía de ingresos colateral o la industria del periodismo tendrá que seguir mendigando las migajas que les ofrezcan las grandes corporaciones tecnológicas que controlan las subastas de anuncios de la publicidad personalizada en internet.

En este punto, la responsabilidad de ese periodismo de calidad recae en las organizaciones periodísticas y en los periodistas, pero también en los ciudadanos. Como he dicho ya en otras ocasiones, la fortaleza de una democracia se mide, entre otros factores, en función de la independencia y de los estándares de calidad de sus medios de comunicación. Pero como requisito imprescindible para que un medio logre el cumplimiento de estos objetivos, antes tiene que ser sostenible. Y la responsabilidad de que sea sostenible es de sus lectores, oyentes o espectadores. De poco vale quejarse de lo malos que son los medios si luego no somos capaces de pagar un solo euro por sus contenidos. ¿Queremos una prensa mejor? Pues a suscribirse y, el que pueda, a pagar, que tampoco estamos hablando de grandes cifras. 

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